Siempre llegas con tu calma inigualable y conviertes un minuto en todo lo que esperaba. Pasa el tiempo y siempre la visita termina. Ahora me toca lamentar que me parece doloroso verte ir aunque sepa que nada ha finalizado. Ahora tus pies se hacen mudos en la distancia que se acerca. Déjame intentarlo, quiero correr a suplicarte que te quedes aquí, sentado o como desees quedarte. Quédate porque te extraño demasiado luego y no encuentro un espacio en aquel desorden que no me haga distraerme hasta el próximo encuentro. Amor, quédate un minuto más.
Rápido volteas nuevamente, un beso y diez minutos más de gloria los que decides regalarme. Gracias...
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