No tengo la suerte de ser como el mundo me busca.
No tengo miles de hilos de seda en mi cabeza
ni tengo algodones en la piel, tampoco delicadeza,
no soy una flor del edén de los infieles mundanos.
No tengo diversión en mis palabras ni en el pecho.
Soy áspera como tronco de árbol y mis manos
tienen pereza en exceso para ofrecer aún con amor.
Mis par de ojos aceituna y bastante ordinarios
andan perdidos siempre, buscando dónde enfocarse.
No tengo en la cintura los centímetros exactos
para arrastrar con las páginas de los diarios
de quienes escriben sobre maravillas y sus pactos.
No tengo la belleza de hechizar con mi mirada
ni la magia de conseguir que amen mis labios
ni soy capaz de vivir en los pensamientos ajenos.
No tengo lo que el mundo me pide, para nada,
pero al menos en mi pecho hay una fiesta a diario.
En mi pecho suena un universo, y eso al menos
me basta para saber que soy capaz de amar
y sentir, aunque sea dolor, sentir la vida cerca...
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